(A Vicente Alexandre, Mayo 1996)
Esa espada aún hiere,
recrea surcos áridos
de manos pálidas,
hecha de labios
que al dolernos besa.
La consagración del no olvido,
de lo siempre amado,
de tu vida en otros cuerpos
que de sentir acunan.
Tu memoria y boca
es la mirada
que la noche consuma,
pintaste el Tiempo
de colores inciertos
y retales de luna
que al nombrar
no hay muerte ni llanto
que sepulten la palabra,
porque descubrir es vivirnos
y amar
es el renacimiento de tu voz
en las retinas del sueño.
recrea surcos áridos
de manos pálidas,
hecha de labios
que al dolernos besa.
La consagración del no olvido,
de lo siempre amado,
de tu vida en otros cuerpos
que de sentir acunan.
Tu memoria y boca
es la mirada
que la noche consuma,
pintaste el Tiempo
de colores inciertos
y retales de luna
que al nombrar
no hay muerte ni llanto
que sepulten la palabra,
porque descubrir es vivirnos
y amar
es el renacimiento de tu voz
en las retinas del sueño.
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