
que sembraré relámpagos bajo tinieblas
deshojando margaritas en las cuencas del silencio,
cuando la niña huérfana que desnuda tu sonrisa
se suicide entre mis labios
para enterrar con mi cadáver
el sabor del recuerdo.
Incluso en los abismos habitan horizontes reveladores
Suelo hallaros en la noche,
donde la belleza se comprime
con la línea abismal del pensamiento,
para adentrar, como un sueño, en la retina
y calmar los huéspedes
que habitan los escombros del dolor;
condenándome y condenándoos
a esta muerte invertebrada
de soledad vertebral.
Fotografía: Don Gregorio Antón
Sólo la tierra
se prestó voraz para arroparnos
y olvidar que un día
existió un lugar
llamado: nuestro.
Somos un error de Cupido,
ni hemos nacido para dolernos,
ni para amar el secreto otoñal
de las hojas
que son lágrimas
en las ramas que nos acunan.
Te estoy bebiendo;
y no hay trago que me calme
si de tus labios no bebo,
amándote -mujer de sueños-
moldeando la oscuridad
de tu pecho de barro y plumas,
mientras las luces se apagan
tras mi espalda de venas,
la noche muere
y tú,
tristísima,
caminas sin vida
hacia una tumba de estrellas
que jamás será la nuestra
Me precipitas reflejos,
donde la oscuridad
es un puñal en manos extrañas
que besa los infiernos,
respirándome cada treinta segundos,
recordándome las tumbas
que florecen como dioses
en los incisivos del cristal.
Tu amor
es la defecación dolorosa
de unos ojos cosidos a contra-vena.
Y me odio cuando gritas y yo insisto en estar sordo...
Túnel.
Fotografia: Estatuadesal