y besa nuestros ojos
sin querer mirarlos
por temor a que sangren las heridas,
cuando a la sombra
de unas horas que tiemblan
abrazamos el silencio
de estas palabras calladas
que el corazón pronuncia:
se desbordan los límites azules
que acarician la cima
de las montañas mas altas.
Somos un error de Cupido,
ni hemos nacido para dolernos,
ni para amar el secreto otoñal
de las hojas
que son lágrimas
en las ramas que nos acunan.
Te estoy bebiendo;
y no hay trago que me calme
si de tus labios no bebo,
amándote -mujer de sueños-
moldeando la oscuridad
de tu pecho de barro y plumas,
mientras las luces se apagan
tras mi espalda de venas,
la noche muere
y tú,
tristísima,
caminas sin vida
hacia una tumba de estrellas
que jamás será la nuestra
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