
al borde de los labios.
Tristísima.
Como una soga mal lazada,
incapaz de soportar el peso
del cadáver que, en silencio,
se desploma.
Incluso en los abismos habitan horizontes reveladores
En penumbras,
apenas un puñado de sal
confortan
la madriguera del dolor,
el escalofrío intravenoso
que rescata a la memoria
la imprecisa resurrección
del olvido.
Donde una mano no es mano
ni pertenece al recuerdo,
aunque siga adherida a la caricia
que se tradujo trémula perdida
en los desiertos más íntimos.