Allí,
donde se hacina la noche
y de su azufre, se dibujan muecas
en los surcos de una mano que se duele
desprendo la ridícula máscara
que sobrevive a la voracidad de los ángeles,
la burla fastuosa del destino en la palabra,
el sombrío tacto de un invierno silencioso.
domingo, 25 de enero de 2009
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