Siempre la distancia rezando escamas
al borde de los labios.
Tristísima.
Como una soga mal lazada,
incapaz de soportar el peso
del cadáver que, en silencio,
se desploma.
La llanura
extiende sus límites hacia el temor
que nos libera.
En su interior,
un camino circular
atraviesa la posibilidad de la nada,
el aliento inmóvil de la piedra
golpeada -sin retorno-
contra ese cuerpo sin luz
que es el olvido
como único refugio.